28 de diciembre de 2010

Reseña "En llamas" y "Sinsajo" de Suzane Collins


Tras un par de meses, al fin reseño En Llamas y Sinsajo, las dos últimas partes de Los Juegos del Hambre.



Recapitulación:
El primer libro lo había logrado: me había dejado totalmente impactada. Esa trama atrapante y oscura, esa originalidad irrepetible, esa protagonista carismática…




Ahora yo me esperaba una segunda parte confusa, pero En llamas no es así ni mucho menos. Los Juegos del Hambre se repiten. Y vale, eso no me lo esperaba, por lo que me mantuvo en vilo, sabiendo esta vez que al final ninguno de los dos moriría y que saldrían vivos de una forma similar a la anterior. Esas intuiciones no fueron nada desencaminadas… o quizá sí. La forma en la que Katniss se salva y Peeta es capturado me volvió a dejar nuevamente ansiosa de leer el siguiente libro.




Entonces llegó Sinsajo. Los primeros capítulos del libro fueron interesantes, pero a mí llegó un momento en el que me sacaba de quicio. Una enmarañada trama que no paraba de dar saltos, una acción que no terminaba jamás, unos hechos que se sucedían de manera trepidante y unos personajes faltos de sentimientos… Para llegar a ESE final. Llegué a la conclusión de que la historia tiene que acabar así y no de otra forma, pero me queda un hueco en mí misma que me dice que no. Que no puede ser que Katniss se vaya a ir con Peeta y deje solo a Gale. Y no puede ser que sean felices cuando se murieron todas sus familias y ya no tienen amigos. ¿Que tienen un hijo? No creo que sea suficiente. Katniss acaba la historia carente de fuerzas, de emoción y de amor hacia todo.

Todos murieron en vano, ¿o no? Me hubiera gustado que especificaran un poco más ese final.





Aún así, seguiré diciendo que, a pesar de no estar escepcionalmente bien escritos (para mi gusto) ¡son increíbles!

10 de diciembre de 2010

"Momo" de Michael Ende


Momo es una niña que un día sale de la nada para instalarse en las ruinas del anfiteatro de la ciudad. Nadie –ni siquiera ella misma- sabe de dónde viene, cuántos años tiene ni quiénes son sus padres. Momo viste un abrigo de hombre que le queda largo y una falda hasta los tobillos. Tiene el pelo sucio y la tez muy morena. A pesar de todo esto, Momo no es ninguna salvaje o algo similar.

Momo posee un don muy preciado y por el que sus amigos la adoran y usan como solución para todo. Momo tiene la capacidad de saber escuchar como ninguna persona sabe hacer. Cuando te mira a los ojos, tú no eres capaz de decir mentiras y de pronto mil ideas inteligentes irrumpen en tu cerebro.
Momo es feliz con sus mejores amigos Gigi y Bepo, totalmente opuestos el uno al otro. Pero todo se ve alterado con la llegada de los hombres grises a la ciudad, personajes escondidos bajo una gran dialéctica, arma que usan para negociar con el tiempo de sus habitantes.


Una novela brillante que, después de leer La Historia Interminable, no decepciona para nada. Son dos novelas muy diferentes de Ende pero que, al mismo tiempo, comparten la magia de la fantasía y ese amor por las cosas sencillas e invisibles a los ojos.

Esta es una novela que os recomiendo vivamente, pues hace pensar mucho (¡me encantan este tipo de novelas!), sobre todo al comparar la realidad actual con la ficción del mundo de Momo. Recuerdas que a veces, en vez de mejorar con la tecnología, decaemos brutalmente sin darnos cuenta de lo que estamos destruyendo. He aquí un ejemplo representado de forma exquisita en un fragmento:

Cada vez era más frecuente que los niños trajeran toda clase de juguetes con los que no se podía jugar de verdad, como, por ejemplo, un tanque de mando a distancia, que se podía hacer dar vueltas, pero que no servía para nada más. O un cohete espacial, que daba vueltas alrededor de una torre, pero con el que no se podía hacer nada más. O un pequeño robot, que se paseaba con los ojos encendidos y giraba la cabeza a uno y otro lado, pero que no se podía aprovechar para nada más. (…)Esas cosas eran tan perfectas hasta el menor detalle, que
uno no se podía imaginar nada.

Aunque sea considerada infantil, es apta para el consumo adulto, ya que estos la pueden leer y quedar igual o más satisfechos que los niños. Sí, no soy nada partidaria de la división de las lecturas por edades ¬¬. Todavía sigo sin entender qué es lo que nos ocurre el día que cumplimos dieciocho años para que de pronto podamos hacer lo que nos dé la gana. Deberían inventar un medidor de madurez un día de éstos y se evitarían muchos problemas, ¿no creéis?
Pues nada, ¡Id con Momo! No os defraudará.

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