5 de octubre de 2009

Sola...

Silencio. Estoy sola frente a la única escapatoria posible... La soledad me rodea con maldad, no quiere ayudarme, no quiere salvarme, sólo observa el espectáculo con interés y burla. El precipicio que se abre bajo mis pies intenta hacerse el duro conmigo, y nunca mejor dicho..., observo las escarpadas rocas sobre las que me despeñaré y un nudo se me forma en la garganta, dificultándome la respiración. Puede que, al fin y al cabo, pueda morir asfixiada y logre ahorrarme el sufrimiento...Esa imagen me nubla la mente.

Morir. Una palabra que hace unas milésimas de segundo significaba libertad, y ahora me parecía apocalíptica.

- ¿Es que no le importo a nadie? -grito, y el eco me devuelve mis propias palabras como respuesta.

No sé si mi subconsciente abriga la esperanza de obtener respuesta, en realidad no sé ni por qué grité, ni por qué grité lo que grité. Un cacao mental. A lo mejor hasta muero de confusión mental...o de locura, que viene siendo lo mismo.

De nuevo mi vista va a parar a cien metros más abajo, a las rocas, a mi dolorosa muerte. Un sudor frío me recorre la columna vertebral. Me pregunto cuánto tiempo tardaré en echar mi último aliento desde que llegue a las piedras. ¿Podré experimentar la sensación de volar mientras no llegue abajo? ¿Eso que noto es alegría? No, supongo que no, que ya estoy medio muerta. A lo mejor ya me tiré por el precipicio y ahora soy un fantasma. Sería bueno que mi cerebro fuera capaz de creerse eso...

No hay vida después de la muerte, con lo cual no sé si alegrarme o entristecerme... Podría morir y volver a tener la misma vida, y entonces tendría que volver a suicidarme y....¿Habría otra vida después de la segunda muerte?

¡Pero bueno! ¿En qué diablos estoy pensando? ¿Por qué aún no me tiré? Está claro que no sirvo para esto.

"Va a ser una muerte rápida", me repito a mí misma tres veces.

No me queda otra opción: ahora o nunca.

Despego un pie del borde del precipicio y lo levanto en el aire manteniendo el equilibrio. Espero un instante a que venga una ráfaga de aire y me empuje, pero no llega y empiezo a impacientarme. Comprendo que debo hacerlo yo misma.

Cierro los ojos y me inclino hacia delante para caer.
Ya no siento el suelo bajo mi pie, espero a la caída con el corazón en un puño...pero no llega. "¡Qué rápido ha sido! Y ni siquiera noté el golpe." pienso felizmente.

Pero de alguna forma me siento viva.

Abro los ojos poco a poco y observo que estoy colgada del precipicio por una pétrea mano que me agarra con fuerza de la muñeca.

Se asoma un instante. Sus ojos brillan, me sonríe, pero yo veo tras su expresión que está realmente asustado, preocupado por mí.

-Si te tiras, yo me tiro -me dice, y mi corazón late desbocado al oír de nuevo su voz.

Unas lágrimas silenciosas y cristalinas fluyen por mis mejillas...




2 comentarios:

  1. muchar gracias por pasar por mi blog :D lo aprecio mucho

    me encantó esta entrada tuya, vos tambien escribis muy bien =D

    saludoss :)

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